sábado, 22 de agosto de 2009

Reportaje al Partido Pirata Argentino en la Revista 23

Fuente Revista 23.


Por Leandro Filozof

Es la tercera fuerza política sueca en cantidad de afiliados, con más de cuarenta mil; en las elecciones de junio de este año para el Parlamento Europeo obtuvo 7,1 por ciento de los votos y colocó un eurodiputado. Nada fuera de lo común entre fuerzas renovadoras, salvo por el origen y la propuesta de este nuevo partido: protección del derecho a la privacidad de los usuarios de Internet, reforma de las leyes de copyright y abolición de las patentes. El Partido Pirata, que inició su actividad el 1º de enero de 2006, no lleva su nombre por azar: lo toma de la calificación de “piratería” adjudicada a la acción de bajar libros, discos o películas desde Internet a través de portales o servidores de intercambio P2P, es decir, gratis y eludiendo las convenciones comerciales.
El partido adquirió popularidad por su intervención en las recientes protestas porque la policía sueca cerró Pirate Bay (servidor de intercambio gratuito) y por lograr la nulidad del juicio porque el juez Tomas Norström integraba las organizaciones antipiratería.

El movimiento se expandió rápido: Alemania, España, Estados Unidos, Italia, ya tienen su partido pirata o intentan tenerlo. Y aunque para muchos defiende una problemática del primer mundo, Latinoamérica también tiene representación: Chile, Brasil y, ¿por qué no?, la Argentina.
Eduardo Martín González, secretario general del Partido Pirata local y creador del blog partido-pirata.blogspot.com, se negó a una entrevista convencional. Respeta la consigna de los piratas del nuevo milenio, que se establecieron en las acaudaladas corrientes de Internet; por eso habló con Veintitrés a través de Skype, un servicio de llamadas virtuales.

–¿Cuál es la realidad del Partido Pirata en la Argentina?

–Estamos trabajando y juntando firmas para presentarnos en Capital Federal, por ahora hay unas 50 personas.

–¿Hay contacto con el partido en Suecia?

–Yo tengo contacto con la segunda en la lista de diputados, Amelia Andersdotter, quien, si se aprueba una modificación a la forma de distribución de diputados, también obtendría un escaño en el Parlamento Europeo, junto a Christian Engstrom. También tenemos contacto con Brasil y Chile, que se están organizando.

–¿Las preocupaciones o las luchas son las mismas aquí y allá?

–Aquí la sensación general es que hay cosas mucho más graves, la gente se muere de hambre. Pero si bien se puede pensar que las cuestiones de la privacidad son exclusivas de Europa o de Suecia, ciertas cosas locales preocupan. Filmus, por ejemplo, impulsa un proyecto de canon digital que implicaría un aumento en el precio de cualquier dispositivo digital capaz de grabar, almacenar o reproducir. Y hay otras problemáticas.

–¿Cuáles?

–Un proyecto de la CAPIF (Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas) para sancionar la ley de tres avisos, que aprobó Sarkozy en Francia. Implica la formación de un organismo de control para que vigile la descarga de material desde Internet. Si alguien descarga mucho, mandan avisos y después del tercero, le cortan Internet. Además de controlar lo que hace cada uno en la red, van a terminar monitoreando todo el movimiento. Ya pasa. Por ejemplo, un periodista chino envió un e-mail hablando de Tiananmen y ahora está preso porque Yahoo posibilitó su identificación. Acá pasó algo similar con los juicios por la descarga de música en P2P. Los de CAPIF le pidieron a Fibertel los datos del usuario de cada dirección IP (única para cada computadora en la red) sin una orden judicial. Otro caso es el de Horacio Potel, que tradujo libros de dos filósofos que no se consiguen en la Argentina y los subió a su site, pero ahora enfrenta un juicio penal por presión de la embajada francesa a la Cámara del Libro.

–¿Por esas cuestiones usted elige la clandestinidad?

–Y mirá lo que sucede. En el altar de los derechos de autor se van a quemar las garantías individuales, la intimidad. Si se aprueba la ley de los tres avisos, se podrá perseguir a quien baje archivos con derechos de autor. Al mismo tiempo, se introduce un órgano de control para efectuar esa tarea, que podría pasarle esa información a los gobernantes o a los organismos represivos, que en la dictadura chuparon gente. Me da pánico que haya una herramienta de control en un ámbito como Internet, donde la gente se cree impune.

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